martes, 22 de enero de 2008

¿De qué se trata todo esto?

La ciudad abandonada a su destino…




El policía,
el falso profeta,
el predicador,
el cantante,
la nieve al amanecer,
ascender,
el agua helada,
descender,
el calor al anochecer,
soñar,
despertar,
escuchar a Louis Armstrong en la distancia,
seguir soñando y despertando,
Marte en la madrugada,
soñar aún más,
el párroco decapitado,
El Principito,
El aire que nace de Venus,
cien pasos,
tres arcones alineados,
mil pasos,
el equipo de fútbol,
mirar a la gente pasar,
100 mil pasos,
la diapositiva,
el examen de inglés,
una nota sin publicar,
un millón de pasos,
una heroína,
dos heroínas,
lluvia durante la espera,
las estampillas,
un pasaporte…

Esta noche no dormirás a mi lado.

La ciudad abandonada a su destino...

Yo vine por ti.


28/08/2007

domingo, 20 de enero de 2008

La chica de París




La chica de París sueña con ser alguien en la vida,
pero se despierta en la mañana y deja sus ilusiones y sus metas
en el colchón donde guarda la fantasía del amor verdadero,
el cual no sabe si encontrará algún día.

Besa su tristeza, se aferra a la melancolía, cree en la utopía.

Por las avenidas de la ciudad luz,
desde Monmartre a Notre Dame, se le ve deambular,
dejando a su paso un divino aroma a color verde.

Sus besos fueron siempre especiales o esenciales,
por eso los dio siempre en pequeñas cantidades, diminutas,
sin encontrar alguien realmente digno de ellos,
así que le pidió a su sombra que los guardara
por si acaso ese alguien aparecía,
por si acaso…

Ya no sonríe, ya no sueña, ya no camina,
Se encerró en el claustro de su almohada
hasta que los elfos y los duendes, su devoción religiosa,
decidan lo que deba hacerse con su destino.

Quand il me prend dans ses bras
il me parle tout bas
je vois la vie en rose

El silencio se apoderó de la ciudad luz,
ella ya no está,
huyó hacia el universo paralelo, en donde hacía tiempo juró amar de verdad.

No obstante, quien verdaderamente ama a la chica de París,
deberá esperarla en ese lugar
donde se está entre dormido y despierto
bailando jazz con el diablo.



28/08/2007

sábado, 12 de enero de 2008

Insumergibles momentos del cine (I)

El Imperio del Sol
Steven Spielberg
1987

Jim se encuentra en un campo de concentración japonés en China, durante la segunda guerra mundial; su gran afición son los aviones, entre los cuales su favorito es el Mustang P-51 al cual llama el "Cadillac del Cielo". Sin embargo nunca ha visto personalmente a uno, hasta el momento...





Casablanca
Michael Curtiz
1943

El ejército alemán humilla a los ciudadanos franceses en el Café de Rick con sus canciones, lo cual les hace recordar a éstos que están siendo aplastados por la temible bota Nazi, sin embargo, Víktor Laszlo reacciona... una muestra más de por qué la Marsellesa siempre será tan espectacular.
...nunca he sabido qué cantan los alemanes en esa escena.





El Mundo Según Wayne 1 y 2
Penelope Spheeris
1992/ 1993

Dos escenas sin duda memorables

la primera con Wayne reuniendose con sus panas mientras los acompaña la gran canción de Queen, gracias Freddie Mercury



La segunda escena es de la secuela de la peli, Wayne cree que su novia Cassandra le está poniendo los cuernos con Christopher Walken, así que se diseña un plan con sus camaradas para espiarla, pero al ser descubierto comenzará una persecución que los llevará a derrochar todo su talento en la Caja de Herramientas.

Disculpen que este clip esté en francés.



El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey
Peter Jackson
2003

La batalla de Minas Tirith ha comenzado, luego de una terrible noche de asedio, los muros de la ciudad blanca estan cediendo, hasta que al amanecer llega la ayuda de Rohan. Si buscan en el libro de Tolkien, encontrarán la magnanimidad del discurso del rey Theoden, que fue recortado en la peli



Están atentos a más entregas

C. S. Lewis, "Cartas del diablo a su sobrino (I)"


Mi querido Orugario:

Tomo nota de lo que dices acerca de orientar las lecturas de tu paciente y de ocuparte de que vea muy a menudo a su amigo materialista, pero ¿no estarás pecando de ingenuo? Parece como si creyeses que los razonamientos son el mejor medio de librarle de las garras del Enemigo. Si hubiese vivido hace unos (pocos) siglos, es posible que sí: en aquella época, los hombres todavía sabían bastante bien cuándo estaba probada una cosa y cuándo no lo estaba; y una vez demostrada, la creían de verdad; todavía unían el pensamiento a la acción, y estaban dispuestos a cambiar su modo de vida como consecuencia de una cadena de razonamientos. Pero ahora, con las revistas semanales y otras armas semejantes, hemos cambiado mucho todo eso. Tu hombre se ha acostumbrado, desde que era un muchacho, a tener dentro de su cabeza, bailoteando juntas, una docena de filosofías incompatibles. Ahora no piensa, ante todo, si las doctrinas son «ciertas» o «falsas», sino «académicas» o «prácticas», «superadas» o «actuales», «convencionales» o «implacables». La jerga, no la argumentación, es tu mejor aliado en la labor de mantenerle apartado de la Iglesia. ¡No pierdas el tiempo tratando de hacerle creer que el materialismo es la verdad! Hazle pensar que es poderoso, o sobrio, o valiente; que es la filosofía del futuro. Eso es lo que le importa.

La pega de los razonamientos consiste en que trasladan la lucha al campo propio del Enemigo: también Él puede argumentar, mientras que, en el tipo de propaganda realmente práctica que te sugiero, ha demostrado durante siglos estar muy por debajo de Nuestro Padre de las Profundidades. El mero hecho de razonar despeja la mente del paciente, y, una vez despierta su razón, ¿quién puede prever el resultado? Incluso si una determinada línea de pensamiento se puede retorcer hasta que acabe por favorecernos, te encontrarás con que has estado reforzando en tu paciente la funesta costumbre de ocuparse de cuestiones generales y de dejar de atender exclusivamente al flujo de sus experiencias sensoriales inmediatas. Tu trabajo consiste en fijar su atención en este flujo. Enséñale a llamarlo «vida real», y no le dejes preguntarse qué entiende por «real».

Recuerda que no es, como tú, un espíritu puro. Al no haber sido nunca un ser humano (¡oh, esa abominable ventaja del Enemigo!), no te puedes hacer idea de hasta qué punto son esclavos de lo ordinario. Tuve una vez un paciente, ateo convencido, que solía leer en la Biblioteca del Museo Británico. Un día, mientras estaba leyendo, vi que sus pensamientos empezaban a tomar el mal camino. EI Enemigo estuvo a su lado al instante, por supuesto, y antes de saber a ciencia cierta dónde estaba, vi que mi labor de veinte años empezaba a tambalearse. Si llego a perder la cabeza, y empiezo a tratar de defenderme con razonamientos, hubiese estado perdido, pero no fui tan necio. Dirigí mi ataque, inmediatamente, a aquella parte del hombre que había llegado a controlar mejor, y le sugerí que ya era hora de comer. Presumiblemente –¿sabes que nunca se puede oír exactamente lo que les dice?–, el Enemigo contraatacó diciendo que aquello era mucho más importante que la comida; por lo menos, creo que ésa debía ser la línea de Su argumentación, porque cuando yo dije: «Exacto: de hecho, demasiado importante como para abordarlo a última hora de la mañana», la cara del paciente se iluminó perceptiblemente, y cuando pude agregar: «Mucho mejor volver después del almuerzo, y estudiarlo a fondo, con la mente despejada», iba ya camino de la puerta. Una vez en la calle, la batalla estaba ganada: le hice ver un vendedor de periódicos que anunciaba la edición del mediodía, y un autobús número 73 que pasaba por allí, y antes de que hubiese llegado al pie de la escalinata, ya le había inculcado la convicción indestructible de que, a pesar de cualquier idea rara que pudiera pasársele por la cabeza a un hombre encerrado a solas con sus libros, una sana dosis de «vida real» (con lo que se refería al autobús y al vendedor de periódicos) era suficiente para demostrar que «ese tipo de cosas» no pueden ser verdad. Sabía que se había salvado por los pelos, y años después solía hablar de «ese confuso sentido de la realidad que es la última protección contra las aberraciones de la mera lógica». Ahora está a salvo, en la casa de Nuestro Padre.

¿Empiezas a coger la idea? Gracias a ciertos procesos que pusimos en marcha en su interior hace siglos, les resulta totalmente imposible creer en lo extraordinario mientras tienen algo conocido a la vista. No dejes de insistir acerca de la normalidad de las cosas. Sobre todo, no intentes utilizar la ciencia (quiero decir, las ciencias de verdad) como defensa contra el Cristianismo, porque, con toda seguridad, le incitarán a pensar en realidades que no puede tocar ni ver. Se han dado casos lamentables entre los físicos modernos. Y si ha de juguetear con las ciencias, que se limite a la economía y la sociología; no le dejes alejarse de la invaluable «vida real». Pero lo mejor es no dejarle leer libros científicos, sino darle la sensación general de que sabe todo, y que todo lo que haya pescado en conversaciones o lecturas es «el resultado de las últimas investigaciones». Acuérdate de que estás ahí para embarullarle; por cómo habláis algunos demonios jóvenes, cualquiera creería que nuestro trabajo consiste en enseñar.

Tu cariñoso tío,
ESCRUTOPO